Agronomos Generales,Técnico Agronomico Adolfo Tomás Ruiz Cortines y el inicio del “milagro mexicano”

Adolfo Tomás Ruiz Cortines y el inicio del “milagro mexicano”

En su discurso de toma de posesión el 1 de diciembre de 1952 Ruiz Cortines anunció que el aumento de la producción agrícola y ganadera sería uno de los diez objetivos de su sexenio y dijo:

Aumentar la producción agrícola ganadera será uno de los objetivos primordiales también de la administración pública.

Para ello, es preciso conservar el suelo, abrir nuevas tierras al cultivo y elevar la productividad de la tierra, del hombre y del capital. La modestia de nuestros recursos nos obliga a conseguir el máximo de productividad con el mínimo de inversión; y el desplazamiento de mano de obra rural a la industria aconseja una mecanización gradual y prudente de la agricultura.

El crédito agropecuario barato, fácil y oportuno, fincado sobre las peculiaridades del campo mexica- no, ayudará a solucionar los problemas de la parcela insuficiente y del parvifundio. Fieles a nuestras convicciones revolucionarias, proseguiremos la reforma agraria. Y teniendo en cuenta las superficies repartidas, así como el incremento demográfico, reacomodaremos a los campesinos intensificando la colonización interior.

Debemos encontrar el difícil y mudable punto de equilibrio entre la agricultura y la industria. Vigilar acuciosamente el desplazamiento creciente de mano de obra agrícola al campo de la industria; empeñarse en que ésta elabore la mayor cantidad posible de materias primas nacionales; conseguir, así, una disminución de las importaciones y un aumento de las exportaciones de artículos industriales, y lograr que la industria proporcione a la agricultura la maquinaria y fertilizantes que requiere su desarrollo, son todas las metas que habremos de alcanzar para el progreso económico de México.

 

Diez días después el ingeniero Gilberto Flores Muñoz, secretario de Agricultura, dio a conocer las líneas generales de un ambicioso plan tendiente a elevar de inmediato la producción de maíz.

Fue así como el área de agricultura que el presidente Ruiz Cortines encomendó al político nayarita se convirtió desde los primeros años del sexenio en la bandera popular del régimen y a la postre la mejor época de la agricultura mexicana.

Para este periodo la propiedad privada estaba plenamente apoyada, en tanto que muchos ejidatarios y minifundistas eran una carga y un problema por lo que se les había abandonado a su suerte.

Por esta razón no había paz en el campo, el descontento de los campesinos iba en aumento y el problema amenazaba con desbordarse y causar conflictos sociopolíticos más graves, por lo que Ruiz Cortines se ve obligado a repartir de nuevo la tierra, por lo cual decidió expropiar latifundios extranjeros en Sonora, Chihuahua y Coahuila, por medio de arreglos satisfactorios y cubriendo rigurosamente las indemnizaciones legales.

Estableció precios de garantía para las cosechas y el seguro agrícola. Con esas medidas logró el aumento de la producción y la estabilidad de los precios.

En uno de sus informes presidenciales dijo a la Nación:

Para ampliar las posibilidades de distribuir tierras al mayor número de mexicanos y, por otra parte, para dar estricto cumplimiento al mandato constitucional, el Ejecutivo ha puesto particular empeño en la eliminación definitiva, radical, de los latifundios.

Últimamente se han hecho las siguientes reivindicaciones: 86 000 hectáreas del pre- dio Santo Domingo, en Chihuahua, propiedad de la señora Stevens; 108000 hectáreas de los predios Tutla y Sarabia, en Oaxaca, propiedad de la Real Estate Co.; 82 000 hectáreas del predio San Juan de la Vaquería y su anexo Santa Ana de la Florida, en los estados de Nuevo León y Tamaulipas, propiedad de la Internacional Land Investment Co.; superficies que han sido aplicadas por la vía ejidal. No menos radical ha sido la protección a la pequeña propiedad agrícola.

Sólo se exige que auténticamente lo sea. El régimen revolucionario no puede tolerar simulaciones o recurso alguno en detrimento de los postulados agrarios.

Se dio continuidad al proyecto de modernización del campo mexicano, teniendo como eje los resultados de investigación tanto de la Oee como del Instituto de Investigaciones Agrícolas (Iia).

Al respecto, en ese periodo se contó con variedades de trigo mejoradas genéticamente con gran capacidad de “amacollamiento”, esto es, varios tallos en una planta, por lo que aumentó su rendimiento, además eran resistentes a plagas y enfermedades, de ciclo precoz y respondían ventajosamente al riego, pero había que acompañar ese desarrollo tecnológico biológico con la aplicación de fertilizante químicos, herbicidas e insecticidas que hicieran más eficiente la producción trigo; naturalmente ese paquete tecnológico estaba diseñado para regiones con buenos suelos, riegos y grandes extensiones que garantizaran una agricultura comercial exitosa.

En lo que respecta a maíz se crearon dos corrientes de investigación, la que desarrollaba la Oee y que estaba orientada a la formación de variedades mejora- das de maíz híbrido, sobre todo para regiones que contaban con riego, buenos suelos, pero que además disponían de maquinaria agrícola y financiamiento para la utilización de fertilizantes y pesticidas que eran parte del paquete tecnológico propuesto; en contraparte estaba el Iia, cuya corriente de investigación se orientaba más a las zonas marginales, esto es, a los agricultores de extensiones pequeñas y escasos recursos, para lo cual se formaron variedades mejoradas de maíz de polinización libre, que tenían una base genética más amplia que les permitía amortiguar el impacto de los factores adversos como la sequía y las heladas y otros, como la falta de fertilizantes.

Norman Borlaug, el investigador más prominente de la Fundación en la Oee, y su equipo de colaboradores mexicanos, dedicaron 20 años al desarrollo de variedades semienanas de trigo que superaron a las variedades criollas que tradicionalmente se cultivaban en México, pues poseían un gran potencial de rendimiento, resistían la roya del tallo (un grave problema del trigo en aquella época) y no se acamaban con la aplicación de fertilizantes.

Con los rendimientos producidos por las nuevas variedades, para finales de la década de 1950, México era autosuficiente en la producción de trigo.

Las tierras de riego de maíz aumentaron su productividad al pasar de una contribución del 4.4% al 13.1%, no así la agricultura ejidal, que iba perdiendo terreno, sobre todo al no verse favorecida por la inversión pública que le diera mayores capacidades productivas. El estado más beneficiado con inversión en infraestructura de riego fue Sinaloa, con el 22.26%, Baja California, Tamaulipas, Chihuahua y Sonora también fueron beneficiados.

Sin embargo, el crecimiento agrícola de esos años fue fundamental para el avance económico del país, ya que la agricultura comercial pudo satisfacer la alta demanda de alimento generada por la expansión de las ciudades.

La importación de alimentos representaba el 13.9% del total de las importaciones en 1945 y se redujo a 8% para 1950 y llegaría hasta sólo el 3.7% en 1955. Las divisas liberadas o disponibles permitían adquirir maquinaria y equipo de transporte que favorecían al desarrollo de la industria.

Una amplia proporción de las zonas de riego se dedicó a los cultivos comerciales de exportación, como el algodón, que generó valiosos recursos para el país, esto es, el ingreso de divisas. Los principales cultivos en este esquema fueron el maíz, el trigo y el algodón, que cubrían grandes extensiones en los distritos de riego entre 1946 y 1970, pero el algodón era el de mayor valor.

Las ramas de la industria productoras de bienes de consumo como textiles, vestido, calzado, alimentos y bebidas se vincularon estrechamente con el sector agropecuario, ya que procesaban insumos como fibras, cuero, granos, frutas, carne y leche, entre otros. Estas ramas tenían muy importante participación en la producción industrial y la generación de empleos (Fujigaki, 2002).

En uno de sus informes de gobierno el presidente Adolfo Ruiz Cortines aseguró:

El porvenir de México depende en gran parte de la prosperidad agrícola. Una y otra vez, reiteramos nuestra excitativa a la iniciativa privada para que invierta en el campo, y aunando su acción a la del Gobierno, se logre el aumento de la productividad en el campo, la mejoría de los salarios reales y con ellas, la elevación del nivel de vida de la colectividad en general.

Sus palabras serían proféticas, la agricultura sería el sustento del llamado “desarrollo estabilizador”, que permitió a México construir una amplia clase media que gozaba de adecuados satisfactores.

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