Lázaro Cárdenas del Río percibió la gran inconformidad de los agraristas por el poco avance en el reparto agrario y dio gran impulso a la reforma agraria, considerando incluso a los peones acasillados como susceptibles de recibir dichos beneficios.
El impulso decidido de Cárdenas al respecto propició el desarrollo del capitalismo en el campo. En este tiempo la reforma agraria entrelazó las acciones gubernamentales con las inquietudes de los campesinos para consolidar el reparto agrario y eliminar en definitiva la mayor parte de los latifundios.
Para lograr eso la Comisión Nacional Agraria se transformó en el Departamento Agrario, una dependencia gubernamental y las decisiones presidenciales en cuestión agraria serían definitivas e inmediatas. Se consideraba como una necesidad social el fraccionamiento de los latifundios y se aseguraba que la pequeña propiedad in- alienable sería respetada.
Cárdenas inició la reforma agraria, dando prioridad a los ejidos sobre la propiedad privada. Con el cardenismo se repartieron 17 891 577 hectáreas entre 814537 campesinos de los ejidos.
También en su régimen se desarrolló rápidamente la pequeña propiedad inalienable, que pasó de 610 000 unidades en 1930 a cerca de 1’211,000 en 1940; además, se multiplicaron los ejidos colectivos en importantes zonas agrícolas.
La superficie media otorgada a los ejidatarios era de casi 22 hectáreas, muy superior a la repartida por los anteriores gobiernos, aunque muchas de esas tierras no eran laborables, sino de pastos, montes y bosques.
La superficie media cultivable evolucionó de 3.5 en 1935 a 5.8 en 1940, la pequeña propiedad inalienable podía llegar a ser de 150 hectáreas; aunque en lo general las tierras de riego continuaban en manos de los grandes propietarios privados (Fujigaki, 2004).
El objetivo del reparto agrario durante el gobierno de Cárdenas era no sólo satisfacer una demanda popular considerada en la constitución de 1917, sino la formación de pequeñas unidades productivas, con capacidad de autosuficiencia alimentaria. La unidad básica del modelo era el ejido.
Cada ejido estaba regulado por un órgano interno llamado Comisariado ejidal, integrada por los titulares de la dotación (generalmente hombres) que elegían a un presidente y una mesa directiva.
El Comisariado ejidal tenía la facultad de representar a los ejidatarios en los trámites gubernamentales.
En virtud de que no existía una fuente de crédito para las actividades productivas rurales, el gobierno de Cárdenas creó el Banco Nacional de Crédito Ejidal (Banjidal) destinado a capitalizar a los núcleos ejidales. En un mensaje al concluir el reparto agrario en La Laguna, Cárdenas expresó:
La institución ejidal tiene hoy doble responsabilidad sobre sí, como régimen social, por cuanto que libra al trabajador del campo de la explotación de que fue objeto lo mismo en el régimen feudal que en el individual; y como sistema de producción agrícola, por cuanto que pesa sobre el ejido, en grado eminente, la responsabilidad de proveer la alimentación del país.
Dentro de nuestro sistema agrario constitucional, el ejido es, en efecto, el medio directo de satisfacer las necesidades de los núcleos de población hasta el límite en que las tierras afectables lo permiten y constituye para la comunidad una fuente de vida propia que libera a los habitantes de trabajar a jornal y permite a cada uno de ellos percibir el valor íntegro del esfuerzo que aplica a las tareas productoras.
Mientras Calles imaginaba un país donde el latifundista y el agricultor progresista se vieran impulsados a mejorar la técnica agrícola en sus tierras, aunque los salarios subían y los brazos escaseaban, Cárdenas proyectaba un país diferente, donde el ejido fuera la base de un régimen social que ayudara a liberar al trabajador del campo de la explotación y se convirtiera en un sistema de producción agrícola capaz de proveer la alimentación del país y constituir para la comunidad una fuente de vida propia (Gilly, 2001).
Para lograr ese propósito se reformó la Ley de dotaciones de tierra y aguas, que exigía la presencia de un núcleo autónomo de población para conceder los terrenos.
Del fraccionamiento no serían exceptuadas las grandes propiedades de la federación ni las de los estados. En los casos que fuera necesario, se buscaría la redistribución de la sociedad rural y la colonización interior con mexicanos.
Los campesinos que por algún motivo continuarían trabajando como asalariados gozarían de habitaciones higiénicas y gratuitas, del derecho a cortar madera en los montes de la finca, de asistencia médica y farmacéutica ilimitada, de terrenos para tener cultivos domésticos y dar pasto a sus animales, de agua sin costo y de escuelas y demás franquicias acordadas por la Ley del Trabajo. Se fomentaría la formación de sociedades cooperativas de campesinos para facilitar la concesión de créditos y promover la educación técnica de los campesinos.
Se atenderían los capítulos de irrigación, ganadería, sanidad, educación pública y el deporte.
El 5 de marzo de 1937 se modificó el código agrario, poniendo a resguardo de las expropiaciones, durante 25 años de las tierras que criaran un mínimo de 300 cabezas de ganado de leche o 500 de matanza. De acuerdo con un informe del presidente Cárdenas, hasta 1938 se habían otorgado un total de 22 343 501 hectáreas a 1 570 507 campesinos.
Las distribuciones llegaron a comprender zonas cultivadas; los casos más notables fueron los de la región algodonera de La Laguna y los de las fincas de henequén de Yucatán (Zavala, 1990).
Además de la repartición de tierras y el financiamiento, la reforma agraria del cardenismo incluía el establecimiento de un sistema educativo que permitiera la formación de profesionistas técnicos que ayudaran al desarrollo de los ejidos.
Por ello, asociados a los núcleos ejidales, se crearon escuelas donde los niños y jóvenes debían adquirir conocimientos sobre agricultura, ganadería y aquellas otras actividades específicas que permitieran el medio ecológico.
En ese sentido, la reforma agraria llevada a cabo durante el sexenio de 1934-1940 se diferenciaba de la implementada por los gobiernos anteriores, para quienes todo se limitó a la dotación de tierra a individuos dedicados a la agricultura a pequeña escala.
Lo que la Secretaría de Agricultura se planteaba en la segunda mitad de la década de 1930 fue la creación de centros agrícolas competitivos.
Sin embargo, el plan de formación técnica, como el financiamiento, no pudieron llegar a resarcir el rezago del campo mexicano totalmente.
El plan del cardenismo sólo funcionó en ciertas regiones, aquellas que como la Comarca Lagunera o el valle del río Yaqui contaban con riego y tierras fértiles.
Por otro lado, aunque el reparto de tierras durante el gobierno de Cárdenas fue el mayor de la historia de México, no disminuyó significativamente la dimensión de las tierras en pequeña y mediana propiedad, y de los latifundios.
Durante el siguiente período (1940-1946), el reparto agrario fue frenado y se emprendió una “contrarreforma” agraria, despojando de nuevo de las tierras recién obtenidas a algunos ejidos, para enajenarlas.
La memoria de las grandes expropiaciones cardenistas pareció total por pri- mera vez, desde el reparto de tierra en Morelos durante la guerra civil, el verda- dero corazón agrario de la Revolución Mexicana.
Uno de los apoyos visibles a la candidatura de Cárdenas había sido la Confederación Campesina Mexicana (Ccm), que luego procedió a transformarla en la Confederación Nacional Campesina (Cnc), que a su vez sostuvo que la única forma de defender los intereses de los trabajadores del campo era admitiendo la realidad de la lucha de clases.
En oposición a esas políticas y a la Cnc, los conservadores crearon la Unión Nacional Sinarquista (Uns) para pronunciarse a favor de la propiedad privada y rechazar la socialización de la tierra.
La meta de la Cnc era la socialización de la tierra, la central debía volver al ejido la unidad de producción básica, acabar con el latifundio, solidarizarse con las demandas de los obreros y apoyar la educación socialista de las masas campesinas.
Se precisó en sus estatutos que sería la única organización representativa de los campesinos (http://www.mexicodiplomatico.org/lecturas/cardenismo.pdf).
Las regiones norte y centro del país experimentaron los mayores crecimientos de la producción agrícola por habitante y la menor participación del ejido en el total de la superficie cultivada. La zona norte de la costa del Pacífico tuvo el menor índice de crecimiento productivo. El ejidatario siempre contó con un financia- miento menor que el propietario privado.
La baja en el valor de la producción no necesariamente significó un empeoramiento de la situación del campesino, por el contrario, el consumo de alimentos aumentó en las zonas rurales sin que lo registrara la economía monetaria.
Los ejidos contaron con muy pocos insumos, usaron los que tenían a la mano: tierra y trabajo, lo cual ayudó a un empleo más racional de estos medios de producción e hizo descender el desempleo rural. La reforma agraria no produjo un crecimiento inmediato de la economía pero los beneficiados por el proceso vieron de inmediato mejorada su forma de vida.
El campesino que recibió la tierra durante el gobierno de Cárdenas mejoró su posición.
El cardenismo visualizaba al México del futuro como un país predominantemente agrícola, rural y cooperativo; empezó a sustituir importaciones de bienes de consumo y aparecieron nuevas industrias y se encumbraron nuevos empresarios (http://www.mexicodiplomatico.org/lecturas/cardenismo.pdf).
Hasta 1934 se habían construido en el país 11 presas y sus distritos de riego. El gobierno de Cárdenas impulsó la construcción de 57 obras de grande, mediana y pequeña irrigación.
La inversión fue de 174 millones de pesos, más de tres veces lo estipulado en el plan sexenal, que era de 50 millones de pesos y tres veces mayor que la presupuestada por los gobiernos de 1929 a 1934 (Fujigaki, 2004).
En resumen, la reforma agraria cardenista puso fin a la hacienda y modernizó al campo mexicano en algunas regiones; sin embargo, algunos de los rasgos que caracterizaron de la estructura agraria persistieron como herencia del cardenismo, entre los cuales podemos mencionar la coexistencia del ejido con la pequeña propiedad y el impulso a la producción agrícola destinados a la exportación. En realidad no mejoró la vida de los campesinos con la redistribución de la tierra, pero la poca pertenencia a la tierra, que se generó en la conciencia de los campe- sinos, posibilitó el desmantelamiento de las viejas políticas agrarias que habían caracterizado las tres primeras décadas del siglo xx.
Es por ello que, según los especialistas, el reparto agrario que el Estado llevó a cabo también tuvo funciones de manipulación y control de las masas de ejidatarios y jornaleros agrícolas, ya que con la organización nacional que se impulsó, el gobierno logró pacificar al país consolidando su dominación sobre las masas campesinas (http://www. mexicodiplomatico.org/lecturas/cardenismo.pdf).
El cardenismo estimuló la educación rural, no sólo para el aprendizaje, sino para transformar política y económicamente a la población campesina.
Se construyeron 4 300 escuelas rurales con el fin de proporcionar a los campesinos los instrumentos ideológicos, intelectuales y técnicos que les permitieran aprovechar integralmente la reforma agraria.
También se impulsó el indigenismo, al destacar que no se trataba de desindianizar ni extranjerizar, sino de alentar la cultura primitiva, desarrollar las lenguas regionales, las tradiciones, las costumbres, la vestimenta, el arte autóctono y de respetar la visión indígena del mundo. Se intentó incorporar a las etnias a la cultura universal, al darles conocimientos científicos, técnicos y artísticos universales y respetar su identidad.
La escuela socialista, otro de los proyectos sexenales de Cárdenas, combatió el fanatismo religioso, promovió la educación bilingüe –español y lengua nativa– en las comunidades indígenas, buscando no destruir su organización y cultura.
Para Cárdenas, se trataba de “mexicanizar al indio”, incorporándolo a los nuevos rumbos del país y de la producción. En este modelo, el indio ya no era considerado como etnia, sino como miembro de una cooperativa, un sindicato, una organización.
La educación superior en México parecía sólo estar reservada a unas mino- rías cultas o semicultas de un país económicamente atrasado. Se hacía necesario implementar nuevos sistemas de educación técnica y profesional, los cuales debieran supeditarse a las necesidades colectivas e intereses nacionales. Frente a esta necesidad, Cárdenas decía:
La educación superior debe abandonar sus orientaciones a favor de las profesiones liberales para hacerse eminentemente técnica. En cada centro industrial y al lado de cada gran factoría, [debe surgir] una escuela técnica para los asalariados […]
Por otra parte, frente a las necesidades que nuestros campos y las industrias establecidas en México tienen de técnicos debidamente capacitados para desplazar a los extranjeros; frente, también, al imperio con que las masas proletarias reclaman hombres emergidos de su seno que posean conocimientos necesarios para conducirlos al usufructo de la riqueza pública, se muestra una plétora de profesionistas liberales, ligados a la burguesía, que no son sino materia prima para la formación de clases parasitarias o que integran lo que se ha caracterizado en nuestro medio como “proletario intelectual”, esto es, como grupos flotantes de profesionistas que se ven obligados a trabajar en actividades distintas de las que vocacionalmente eligieron, ostentándose en la mayor parte de los casos como aspirantes a puestos burocráticos de exigua categoría (Moreno, 2008).
Esta fue la antesala para la creación del Instituto Politécnico Nacional (Ipn). La premisa fundamental fue considerar que, más que teóricos de alta calidad, se necesitan técnicos de elevada preparación científica.
La creación de dicha institución fue explicada por Cárdenas:
Para cumplir con una de las tareas imperativas de la Revolución, fue creado en 1937, el Instituto Politécnico Nacional, donde el alumnado además de aprender artes y oficios, estudia carreras profesionales y subprofesionales, se capacita técnica y biológicamente para intervenir en el proceso de producción y se forman especialistas en distintas ramas de investigación científica y técnica llamados a impulsar la economía del país mediante una explotación metódica de nuestra riqueza potencial.
De esta manera, el Ipn fue creado para proveer no sólo capacitación técnica, sino una capacitación social que hiciera que los mexicanos se identificaran con los sectores productivos e hiciera suyos sus proyectos, para beneficio de los trabajadores y la nueva organización social mexicana (Moreno, 2008).
Lázaro Cárdenas es, para la mayoría de los mexicanos, el referente obligado de nacionalismo, patriotismo y compromiso con el futuro del país; es imprescindible al hablar de la evolución política, social, agraria, educativa, sindical y empresarial de México.
Lázaro Cárdenas del Río impulsó muchos cambios que determina- ron la vida política del país, por los cuales es reconocido, pero sobre todos ellos asumió una decisión de Estado que hasta el día de hoy no ha sido superada por nadie: nacionalizar la industria petrolera hace 70 años (Moreno, 2008).
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