La política agraria cardenista no tuvo continuidad. El ejido dejó de ser prioritario y se benefició a los terratenientes que recibieron tierras con sistemas de riego, canales, presas, etc.; se amplió la extensión de tierras en la modalidad de pequeña propiedad con carácter de inafectable, por lo tanto, el reparto agrario se suspendió.
La Cnc se convirtió en un instrumento del Estado y el campesino fue despojado de sus tierras. De esta manera esa central campesina apoyaba la política gubernamental. Ávila Camacho era partidario de la propiedad privada para favorecer la producción agrícola comercial; promovió las explotaciones privadas en distritos de riego, con cultivos comerciales, principalmente de exportación.
El 22 de agosto de 1940 se presentaron a la Cámara de Diputados las modificaciones al Código Agrario, fueron aprobadas en octubre y en ellas se buscaba la garantía de no afectación a la pequeña propiedad agrícola y a la explotación ganadera. Las reformas buscaban adecuar el ejido al capitalismo, asegurar la pequeña propiedad y permitir la expansión de ambos sin conflictos entre sí.
El 20 de diciembre de1940 se precisaba la situación legal de la pequeña propie- dad: los productores privados tuvieron preferencia para tener acceso a las tierras de riego y de buen temporal, mientras los ejidos avanzaban sobre otros tipos de tierras, incluso de mala calidad. En noviembre de 1942 se modificó de nueva cuenta el Código Agrario al incorporar el decreto de inafectabilidad ganadera.
Durante todo el sexenio de Ávila Camacho se frenaron las tendencias co- lectivas y socializantes, así como el reparto agrario; la dotación a los ejidatarios aumentó de cuatro a 10 hectáreas para propiciar “la formación de un nuevo tipo de pequeña propiedad”; sin embargo, las seis hectáreas adicionales serían pagadas por los campesinos al Estado.
El nuevo modelo de desarrollo basado en el enfoque de sustitución de importaciones planteaba la estrategia de industrialización y modernización capitalista de la economía mexicana, delineada a principios de la década de 1940, el cual se manifestó dentro del sector agropecuario en la creciente marginación económica y social de las grandes masas de productores rurales de subsistencia.
A partir de entonces se abrieron camino las concepciones oficiales que consideraban que la asignación de los recursos productivos en el sector primario debía basarse sobre todo en los mecanismos de los precios y el mercado, situación que implicó el paulatino abandono de las unidades de producción campesina que, dejadas a su suerte, no podían adaptarse por sus escasos recursos a las nuevas reglas del juego (Romero, 2002).
En julio de 1942 Manuel Ávila Camacho firma un convenio con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt para enviar a trabajadores agrícolas mexicanos que suplieran a los estadounidenses que estarían en el frente de batalla durante la Segunda Guerra Mundial, así se pactó el denominado “Programa Bracero”, que habría de propiciar la participación de cinco millones de mexicanos en los campos de cultivo de los Ee. Uu.
Lo anterior era consecuencia de dos escenarios: por un lado la escasa consolidación productiva de los ejidatarios mexicanos por falta de apoyos financieros, técnicos y de organización en términos productivos y, por el otro, el desempleo y el hambre como consecuencia de la reciente crisis financiera mundial, misma que México apenas empezaba a superar. El presidente Ávila Camacho planteaba como posibles beneficios de ese convenio laboral, además del económico para los campesinos participantes y sus familias, la adquisición de conocimientos técnicos en materia de producción agrícola de los participantes, con miras a ser traídos al país para beneficio del resto de los productores agrícolas nacionales.
El entonces secretario de Relaciones Exteriores de México, Ezequiel Padilla, recordó al presidente el trato injusto y discriminación que se había dado en años recientes a los trabajadores agrícolas mexicanos, expulsándolos literalmente de los Estados Unidos de América, por lo cual sugería que se pidieran garantías para que no ocurriera de nuevo. Con esos señalamientos y con el compromiso por parte de Ee. Uu. de que ningún contra- tado sería llamado a servir militarmente, el programa se inició el 4 de agosto del mismo año.
Al terminar la guerra en 1945 el Programa Bracero estuvo a punto de desa- parecer; sin embargo, a petición de los agricultores del suroeste de los Ee. Uu. a, principalmente texanos, éste continuó, pero el 15 de noviembre de 1946 el gobierno mexicano fue notificado por los Ee. Uu.: no se necesitaba más la mano de obra de mexicanos y el convenio debía concluir en un plazo no mayor a 90 días.
Para ese entonces el presidente Ávila Camacho había hecho pública su satisfacción con los resultados del programa, señalando que los intereses y las garantías de los trabajadores habían sido respetadas (Galarza, 1964). Para 1947 los texanos si- guieron contratando mexicanos pero indocumentados, así dio inicio el problema migratorio que hasta la fecha sigue vigente. Para 1950 Ee. Uu. se involucró en otra guerra, esta vez con Corea, lo que propició que para diciembre de 1951 se renovara el convenio, estableciéndose como nueva fecha para la conclusión del Programa Bracero el año de 1964.
En 1960 la televisión estadounidense exhibió un docu- mental titulado “Cosecha de hambre” que exhibía las lamentables condiciones en que eran explotados de manera inhumana los trabajadores mexicanos, lo que motivó que el Programa Bracero fuera muy criticado por los gobiernos de ambos países y buscaran ponerle fin de inmediato; sin embargo, eso sólo duraría hasta el año de 1965, cuando se declararía oficialmente clausurado.
El gobierno de México había planteado en el acuerdo de 1942 que el gobierno de los Ee. Uu. retuviera un impuesto de 10% de los salarios de los trabajadores agrícolas mexicanos, mismo que sería transferido al Banco de Crédito Agrícola en México; si el bracero lo prefería podría adquirir maquinaria agrícola, pero con la asesoría del Departamento estadounidense para la seguridad del campo; sin embargo, los trabajadores jamás recibieron este dinero, que aunque se depositó en Banco de Crédito Agrícola, no fue localizado su destino final (http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lco/flores_c_j/capitulo2.pdf)
Exelente Chava adelante.