Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades y ayudan a preparar a esas comunidades frente al cambio climático.
Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.
Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Su labor es invisible y no remunerada, a pesar de que las tareas aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas.
La situación descrita está empeorando, además, debido a que los efectos del cambio climático sobre los recursos naturales y productivos agravan las desigualdades de género existentes en las zonas rurales.
Las Mujeres Rurales en Mexico
Viven en pobreza 60% de las mujeres rurales: FAO
En México una de cada tres mujeres se concentra en Veracruz, Chiapas, Oaxaca y México, y seis de cada diez padece una situación de diversas carencias.
Aunque la mujer rural contribuye con más de 50 por ciento de la producción de alimentos en unidades familiares de la pequeña agricultura y como jornaleras agrícolas, según la FAO, en nuestro país una de cada tres mujeres se concentra en los estados de Veracruz, Chiapas, Oaxaca y México, y seis de cada diez (62.1 por ciento) se halla en situación de pobreza.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en México (FAO) hasta diciembre del año pasado, en el Estado de México existían 376 mil 830 personas que hablan la lengua indígena y 17 por ciento de la población se considera indígena.
Es el mazahua y el otomí las de mayor uso, aunque no son las únicas, el náhuatl, mixteco, mazateco, zapoteco, entre otras, son las de mayor uso. Pero a nivel nacional es en ese sector donde 1.5 de cada tres mujeres rurales es pobre en forma extrema. El resto es pobre de manera moderada.
Según estudios del Inegi del año pasado, en el país la pobreza extrema en la población femenina es una situación mayormente presente en el ámbito rural, pues 35.2 por ciento de las mujeres pobres multidimensionales está en pobreza extrema.
El Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) ha establecido que la vulnerabilidad por carencias sociales, como la falta de acceso de la población a beneficios como educación, salud, seguridad social, infraestructura de la vivienda, servicios básicos y alimentación, y es el caso que 93.5 por ciento de las mexicanas rurales son vulnerables por carencias sociales al no tener acceso a todas estas necesidades básicas en México.
Además, 31.4 por ciento presenta este tipo de vulnerabilidad pero no por ingreso; aunque percibe 75 por ciento menos de salario, a diferencia de los hombres del campo.En este sentido, es pertinente mencionar que oficialmente en el Estado de México se ha reconocido que las mujeres rurales trabajan al menos 31 horas más a la semana que los hombres, incluso jornada de 14 horas diarias en ocasiones.
También, que buena parte de ellas ha tenido que tomar las riendas de las parcelas por la ausencia de los maridos migrantes, quienes se han ido en busca de mejores oportunidades. En las zonas rurales del país, entre las principales carencias sociales se encuentra el rezago educativo con 33.3 por ciento; 18.3 por ciento es carente social por falta de acceso a servicios de salud; 78.1 por ciento no tiene acceso a seguridad social y 25.7 por ciento es vulnerable por acceso a la alimentación.
Por otro lado, según cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de 2014, en zonas rurales la proporción de mujeres analfabetas funcionales de 15 y más años es de 21.8 por ciento. En las urbanas se reduce a 8.1 por ciento. En la misma forma, en las localidades rurales 2.1 por ciento de las niñas de 5 a 12 años no asiste a la escuela y la cifra aumenta a 12.3 por ciento en las adolescentes.
Las mujeres tienen un gran potencial para abordar los problemas climáticos y para responder a los desastres naturales.
Tienden a tomar decisiones sobre el uso de los recursos y las inversiones dando prioridad al interés y el bienestar de sus hijos, familias y comunidades.
Como actores económicos y políticos, pueden influir para que las instituciones presten más servicios públicos (como el agua, el saneamiento y la energía) y mejoren la infraestructura social.
Un enfoque igualitario tendría, por tanto, un beneficio triple: igualdad de género, seguridad alimentaria y gestión del cambio climático, contribuyendo así de forma inestimable a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Mujeres rurales: agentes de cambio contra la pobreza, el hambre y el cambio climático
Bibliografía
(2017). Día Internacional de las Mujeres Rurales, 15 de octubre. Septiembre 2018, de Naciones Unidas Sitio web: http://www.un.org/es/events/ruralwomenday/index.shtml
ALEJANDRA GUDIÑO. (2017). Viven en pobreza 60% de las mujeres rurales: FAO. Septiembre 2018, de FAO Sitio web: http://www.milenio.com/estados/viven-pobreza-60-mujeres-rurales-fao
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