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La producción agrícola. Los cultivos

Según el texto de la UNAM, «La agricultura en México: un atlas en blanco y negro»

De Atlántida Coll-Hurtado y María de Lourdes Godínez Calderón

Los cultivos.

La producción agrícola está determinada tanto por los factores del medio físico, relieve, características edáficas, clima, como por los modos de tenencia de la tierra. 

En  este sentido,  influyen  los modos  de propiedad, ahora matizados  por  las  modificaciones  hechas  en 1992 al artículo 27 constitucional, tanto como el tamaño de las  unidades de producción como se ha visto en páginas  anteriores. 

Sobre todo ello inciden los niveles de tecnificación  del  campo que  se derivan, obviamente, de la capacidad de  inversión  de  campesinos y agricultores.

No es fácil determinar los montos invertidos en las actividades agrícolas. Por una parte están las inversiones privadas de los agricultores, por la otra, los montos trasferidos por las políticas gubernamentales, y, en tercer lugar, las inversiones extranjeras.

La inversión  extranjera  directa (IED)  en  la agricultura  proviene fundamental mente de los Estados  Unidos,  cerca del  70%, y  hay un aporte de 17% de diversos países europeos.

En los últimos años de la década pasada, los montos de la IED oscilaron entre 5.7 millones de dólares en  1994 y 43.1 millones en  1999, para volver a bajar   a 5.1 millones en el 2000. Si bien no son inversiones abundantes, sí participan de manera importante sobre todo en la producción de hortalizas, uno de los principales  productos  de exportación  (Figura 35). 

Los  principales  estados  receptores  de  la  IED   son  Baja   California, Baja California Sur, Sonora, Jalisco y Nayarit, que reciben poco  más de  la mitad  de  los montos  invertidos.

Las inversiones realizadas a través de programas oficiales como PROCAMPO  o   Alianza   para   el   Campo   se   tradujeron   en   pagos directos a los productores, pagos que se invertían en la producción agrícola.

Así, en 1998, en promedio, cada beneficiado por la Alianza para el Campo recibió aproximadamente 1  000  pesos  (pero)  mientras  los 651 beneficiados por el  programa  de  tecnificación  de  riego por bombeo contaron con $27 568 cada uno, los indígenas (a través) del programa de zonas indígenas, solamente fueron apoyados  con  $135  (Schwentesius; Gómez,  1 999b:12-13).

 

Las diferencias en montos hablan por sí solas de la polarización en la agricultura nacional. Las modificaciones en la tecnología obtenidas a través de las inversiones dieron lugar hace cerca de cincuenta años a la denominada «revolución verde», espectacular cambio en la  productividad  agrícola  debida  a  la  generación  de semillas mejoradas y a la aplicación de insumos como fertilizantes.

 

En México se inició la revolución verde, pero se aplicó verdaderamente en otros países, principal mente asiáticos, y se ha pasado de  las loas absolutas a las más profundas críticas, ya que la revolución verde ocasionó profundos estragos en la estructura social y económica de muchos países la nueva tecnología (canalizó) los beneficios de los avances hacia agricultores acomodados y nuevos empresarios rurales , en detrimento de la capacidad nacional de asegurar un mejoramiento progresivo de los niveles nutricionales de  las mayorías (Barkin ; Suárez, 1990: 1 16).

No obstante, las nuevas tecnologías permitieron un cierto avance en el desarrollo del campo, en particular en las zonas bajo riego, hasta mediados de los  años  sesenta.  La  dependencia  hacia  los  productos agroquímicos se incrementa con los años y las grandes compañías productoras no tienen en nuestro país más restricciones que las estrictamente sanitarias, pues lo m ismo fabrican y venden productos ahorradores de mano de obra con reconocido i m pacto negativo  en  la  fertilidad  de  los  suelos,  que  fertilizantes y mejoradores del suelo de la mayor sofisticación (Trejo, 1992:16).

La utilización de semillas transgénicas es lo más reciente de las tecnologías aplicadas al campo, y causa de discusión por las graves consecuencias que tendrá en el futuro del agro y de la riqueza de nuestra  biodiversidad.

La inversión se traduce, pues, en la aplicación  de tecnologías y en el uso de equipos en las labores agrícolas: semillas mejoradas, fertilizantes químicos, tractores, desgranadoras, trilladoras. La superficie  mecanizada  en  el país  es tan  dispar como  las condiciones físicas y socioeconómicas permiten suponer. De hecho, es m uy frecuente que la superficie de labor no cuente con ningún tipo de mecanización, y en algunos casos sólo  se  cuenta  con  el  trabajo  manual.

En el  caso  de  las  semillas  mejoradas,  tan  solo  el  30%  de  las unidades de producción rural (UPR, véase Apéndice 3) pueden acceder a este tipo de insumo; las entidades en  donde es importante  su  uso son Baja California, Sonora y  Sinaloa  y  las demás  del  norte  del país incluyendo a parte de los estados que conforman el Bajío (Figura 36).

En muchas ocasiones, en los predios con menos recursos se utilizan abonos orgánicos a la usanza tradicional.

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