Del libro: «El panorama de la Agricultura en mexico»
Los servicios de extensión son tal vez la razón de ser del ingeniero agrónomo como profesionista. Mientras que en México primero se llevó a un nivel en que junto con el cura y la maestra del pueblo dirigían moralmente a los habitantes de las comunidades, aún sobre las autoridades civiles legalmente establecidas.
Después se derogaba la figura hasta convertirla en un asesor ocasional (Prestador de Servicios Profesionales o Psp), que también cobra sus servicios de la misma forma, y está sujeto a las reglas y voluntades políticas del gobernante en turno y al desarrollo de los programas que se le ocurran. En contraparte, en los Estados Unidos de Norteamérica (Ee. Uu.), los servicios de extensión históricamente se consolidaron como estratégicos y de su desempeño depende también el de la producción agropecuaria.
Los servicios de extensión se ubican en las universidades que forman a los profesionales del campo y, además de brindar asistencia técnica, validan o descalifican las políticas públicas para el desarrollo de la producción agropecuaria en aquel país, lo que ha permitido salvaguardar los destinos productivos de los caprichos políticos, para lograr así un emporio productivo de alimentos que a la vez refuerza la hegemonía política de la nación más poderosa del mundo.
El extensionismo como actividad medular del ejercicio profesional de la agronomía lleva implícita una labor de asistencia técnica a través de la difusión de conocimientos y habilidades generados en instituciones educativas o de investigación y que pueden ayudar a los productores agropecuarios a mejorar sus capacidades productivas y condiciones de vida.
Esos conocimientos pueden ser transmitidos de manera organizada a través de contactos personales, cursos, prácticas y demostraciones diseñadas y ejecutadas de manera teórico-práctica.
Los resultados de su aplicación en el corto plazo, si son favorables, convencerán a los productores de adoptar la nueva tecnología, organizarse y emprender proyectos comunes.
La transferencia de la tecnología es tal vez la modalidad más importante del extensionismo agropecuario, pues de esa forma los resultados de investigación llegan a los usuarios para los que fueron concebidos y de alguna forma son validados.
En México esa actividad prácticamente ha sido cancelada desde hace más de tres décadas y sólo la proporcionan parcialmente las empresas privadas como parte de sus servicios en la venta de insumos productivos con una visión preferente de conveniencia mercantil, destinados a agricultores comerciales (alrededor del 6% de los agricultores del país, según datos de la Sagarpa), el 94% restante difícilmente cuenta con este importante servicio.
La extensión agrícola inicia en México en el año de 1911, con un grupo de instructores prácticos en agricultura; sin embargo, el proceso se ve interrumpido por 11 años, debido a la Revolución. Para 1922 se reactiva el servicio de extensión a través de la “Oficina de Agrónomos Regionales”, que cuenta con 22 agrónomos.
En 1936 se transforma en la “Oficina de Fomento Agrícola” y cuenta ya con 40 ingenieros agrónomos. Para 1948 se reorganiza y toma el nombre de “Extensión Agrícola” y aumenta su personal técnico a 48 profesionales de la agronomía.
Para el año de 1969 el Sistema Nacional de Extensión Agrícola (Snea) contaba en funciones a 400 ingenieros agrónomos distribuidos en todo el país y tan sólo dos años después, en 1971, el Snea se transformó en la Dirección General de Extensión Agrícola e incrementó a 1 772 el número de profesionistas participantes (Reyes, 1981).
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